Un ciudadano común y corriente
que mira relajadamente las noticias en televisión después de su jornada laboral
habitual no alcanza quizá a dimensionar el trasfondo de los conflictos bélicos
actuales ni porque las confrontaciones ocurrieran en su propia nariz y
probablemente desconoce las razones ancestrales de tales disputas porque
ciertos sectores con intereses en esas guerras se han asegurado de mantener
oculta la verdad para llevar a cabo con menos resistencia sus planes. Más que
nunca, es imperativo no olvidar ni hacer vista gorda ante lo que está
aconteciendo.
La historia escrita es la versión
de los vencedores de las guerras con la correspondiente omisión de una parte de
los hechos, por lo que hay que averiguar también la versión de los bandos “derrotados”
para entender la historia humana en todo su conjunto. Es muy sorprendente el
calibre de las mentiras oficiales y el tenor de las verdades silenciadas por la
fuerza.
Cuando en el libro “Conversaciones
con Dios” de Neale Donald Walsch se dice que Hitler se fue al cielo, es
posible estar de acuerdo con esa afirmación si se toma en cuenta que también Judas
cumplió a cabalidad con su misión, ayudando a la tarea de Jesús, según la
historia escrita.
La historia de Jesús también es
confusa, está incompleta y se manipuló al amparo del cristianismo, una religión
que ha sido utilizada como una gran pantalla para tener al mundo sumido en la
ignorancia y poderlo controlar para el bien de unos pocos gobernantes traidores
y sin honor.
Este
personaje ejemplar, visto a la luz de los relatos de la misión Caballo de Troya
de la saga de libros de J.J. Benítez es un mensajero de lujo con apoyo
logístico del mundo físico ya que “su gente” maneja tecnología extraterrestre y
tripula naves espaciales que lo escoltan a todos lados en secreto. Jesús es del
bando de los dioses de la materia.
Como
parte de la confusión reinante en temas espirituales y metafísicos se tiende a creer
que alma y espíritu son lo mismo, pero es prudente distinguir la diferencia. El
alma dinamiza las formas del mundo material, es parte de lo creado y por eso
puede ser sometida a la trampa de la reencarnación, un concepto que es factible
aceptar al imaginar al alma bajo aprendizaje y evolución, pero el nexo con un Dios
Supremo es el espíritu que nos hace eternos e imperecederos y al margen del
mundo de la ilusión.
El
alma es una sustancia perteneciente al ámbito de lo creado y no al plano de lo
no creado, razón por la cual es parte de la rueda del karma donde opera la ley
de causa y efecto, haciéndola objeto de recirculación y con carácter
perecedero, a diferencia del espíritu que pertenece al plano inmaterial, de lo
increado, pero permanece atrapado y cautivo en el plano de la materia a causa
de una traición efectuada por una facción de espíritus que desertó del mundo
espiritual para establecerse y usufructuar el mundo de la materia de forma
demencial y ruin, sometiendo para ello al espíritu y forzándolo a que olvide su
origen.
En
torno a este asunto de la “espiritualidad” y de las almas a puertas del inicio
de una grandiosa nueva era, ha surgido el concepto de la Pachamama y la idea de
que todos somos uno, como algo propio del proceso de evolución conjunto, pero el
desarrollo espiritual debe ser abordado desde la individualidad y no desde la
unidad como nos han hecho creer. Que todos somos uno es solamente la propuesta
de los dioses creadores pertenecientes al plano material y no al plano espiritual.
El
espíritu original es esencialmente hostil hacia el caos ordenado de la materia,
lo que implícitamente lo convierte en un guerrero dispuesto a liberarse de la
materialidad. El asunto es que el espíritu está atrapado en el alma y esta
alerta se levanta para los espíritus dormidos y sujetos a la soberbia “espiritual”
del alma porque la cárcel no solo está afuera, sino que también está en nuestro
interior.
El
amor es una trampa del mundo material, una parte de lo creado, igual que el
alma. El amor no tiene nada que ver con el espíritu. Los valores más elevados
como el honor absoluto, la pureza total, la lealtad inquebrantable y la verdad
impecable no son valores del alma sino del espíritu que, además, es frío. La
calidez del amor, la compasión, la empatía y el perdón emergen del corazón,
pero la genuina sabiduría enfría también al corazón. Estos planteamientos es
imposible comprenderlos con la razón y se entienden solamente con el espíritu.
Descubrir
que el amor es solamente el pegamento de todo en el ámbito de lo creado en
contraposición al dolor como los dos motores que impulsan el juego de la
evolución, desdibuja el clásico curso de milagros, sepulta el amor y la dulzura
de la nueva era e incluso tumba del pedestal al dios impostor demente, psicópata
y narcisista que moviliza la creación material.
Y
la evolución es parte de la trampa en la que hemos caído, sin saberlo. La
evolución es una necesidad del alma, no del espíritu. El yo del alma (el ego) nada
tiene que ver con el yo del espíritu. El espíritu facilita la evolución del
alma, lo cual no es la función del espíritu. La función del espíritu no implica
las emociones ni la razón, ni siquiera la consciencia, sino la conexión con el
origen. Lo que más nos han drenado en este mundo es la voluntad, precisamente la
misma que nos puede salvar.
¡Enhorabuena!
Existe
un lugar en el universo donde hay seres dormidos capaces de despertar y
enfrentar a los dioses de la materia.
¡Bienvenidos al planeta Tierra!
El
amigo Matías de Stéfano dijo en alguno de sus discursos que la Tierra es uno de
los tres planetas más interesantes del universo y ahora es posible entender por
qué.
¡A disfrutar de este relato!
Se
aproxima el momento de la última batalla de una guerra en la que el ser humano
enfrentará definitivamente a las fuerzas que movilizan a la materia.
¿Se anima?